La escena capturada en un video de TikTok en enero pasado lo dice todo: más de 30 mil almas vibrando al ritmo de Julión Álvarez en Costa Rica. Se trató de la primera vez que el artista chiapaneco visitó no sólo ese país, sino toda Centroamérica.
La efusividad de los comentarios, desde las largas horas de viaje que valieron la pena hasta la piel erizada por la emoción, hablan de una pasión desbordante. Pero quizás el detalle más revelador fue el llamado a llevar el espectáculo al Estadio Nacional porque muchos ticos se quejaban de haberse quedado sin boleto. Tan bien le fue a Julión Álvarez que ya tiene programada otra presentación para octubre.
Este clamor centroamericano por el regional mexicano podría representar el primer paso para que los artistas del género conquisten musicalmente a toda América Latina.
La industria del regional mexicano ha construido su imperio entre su mercado natural y la diáspora mexicana y centroamericana en Estados Unidos. Esto es entendible dada la magnitud de ambos mercados y su conexión cultural e histórica. Sin embargo, esta visión parece haber relegado a un segundo plano el considerable potencial del resto de América Latina. Como hemos visto con el caso de Julión Álvarez, el público centroamericano clama por ser incluido en el mapa de los grandes conciertos.
Históricamente, la logística, las diferencias económicas y quizás una percepción de mercados «más pequeños» han influido en esta priorización. No obstante, ignorar la pasión y el crecimiento de la base de fans en Latinoamérica es un error estratégico.
Esto es especialmente relevante en un momento donde el panorama para los artistas mexicanos en Estados Unidos podría volverse más complejo. Las nuevas políticas migratorias crean incertidumbre entre la comunidad artística mexicana. Las dificultades para obtener o renovar visas de trabajo en Estados Unidos podrían limitar significativamente su capacidad para realizar giras en ese país. Ante esta potencial restricción, la diversificación de mercados se presenta como una oportunidad de crecimiento. La continuidad y expansión de sus carreras a largo plazo puede resolverse en ese mercado.
En este contexto, Centroamérica emerge como un terreno fértil y accesible para iniciar una expansión hacia el sur del continente. Existe una relativa cercanía geográfica, lazos culturales, un idioma en común y amplia receptividad.
Invertir tiempo y recursos en cultivar este mercado no solo permitiría a los artistas mantener su actividad y conectar con nuevas audiencias, sino que también los posicionaría de manera ventajosa en un escenario global donde la movilidad y el acceso a los mercados pueden ser cada vez más complejos.
En lugar de ver a Centroamérica como un mercado pequeño y secundario, la industria del regional mexicano tiene la oportunidad de reconocerlo como un trampolín hacia un mayor dominio de América Latina. Es tiempo de abrir un nuevo y prometedor capítulo en su historia.
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